domingo, 13 de marzo de 2016

Práctica 2


Leo para entender el mundo, leo por diversión y leo porque, gracias a las lecturas, puedo descubrir y saber cómo pensaban nuestros antepasados, y por ende entiendo lo que pasa en el mundo actual. Necesitaríamos muchas vidas para leer todo aquello que se escribió, y para descubrir todo aquello que fue destruido para que no nos llegara. Pero creo que cada uno de nosotros «tropezamos» con los libros que más andamos buscando en cada momento, y gracias a ellos, cambia nuestra forma de pensar y de ser. En mi caso, «tropecé» con tres libros en la adolescencia que nunca olvidaré y que me ayudaron a creer en el destino y a crecer como persona: El mundo de Sofía de Jostein Gaarder, Las lágrimas de Shiva de César Mallorquí y Las cosas que no nos dijimos de Marc Levy.
Durante la carrera, cambié mi enfoque a otro tipo de literatura y pensamiento, pues aunque sea de origen marroquí y en casa vivamos la cultura árabe, nunca llegué a saber nada sobre el mundo árabe hasta que comencé el grado en Estudios árabes e islámicos. Durante mis cuatro años de carrera descubrí a grandes autores de la literatura contemporánea árabe, como Tawfiq al-Hakim y Mahmud Darwich. Después de dos años en la carrera, aprendí a leer y entender el árabe, así que opté por leer mi primer poema en árabe, un poema del palestino Mahmud Darwich. Recuerdo perfectamente cómo se me puso la piel de gallina cuando supe el significado de aquellos versos y el gran mensaje de injusticia que se comete cobre el pueblo palestino y que él transmitía a través de sus versos, al igual que lo hizo Federico García Lorca.
Creo que todos hemos deseado alguna vez leer la mente de las personas, pero cada día tengo más claro que con la lectura, no sólo leemos la mente, sino que entendemos la personalidad del autor y su cultura al cien por cien. Y esto, para mí, es lo que hace que la lectura sea uno de los mayores descubrimientos después del descubrimiento del fuego.

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